Un imagen y... palabras
viernes, 18 de noviembre de 2011
El Regalo
Cuando uno se ha criado en las calles de un pueblo lleno de luz blanca, hermoso y tranquilo, queda marcado emocionalmente por ese lugar para el resto de su vida. Creo que es una cuestión de raíces y de tierra. De Ítaca sin mito ni mar. Quizá una necesaria fórmula para crear la propia identidad. ¿Quién eres, de dónde eres, a qué te dedicas? Suelen ser las primeras preguntas. Sería trágicamente perfecto que fueran también las últimas respuestas.
El pasado está en la memoria y en todo lo que somos en el presente, se construye en los sentidos repletos de experiencias: imágenes, relaciones, olores, sabores, amores…
¿Crees en Dios…y en los milagros?
He hecho estas preguntas a unas pocos amigos cientos de veces y en distintas épocas de la vida. Las respuestas siempre son dudas, afirmaciones, negaciones o contradicciones.
Sabemos tan poco ó tampoco sabemos.
Fatiga tanta pregunta y tan pocas respuestas claras, contundentes, creíbles. Cansa mucho tratar de entender la realidad en la que vivimos y cuesta mucho conseguir construir una vida coherente a través de todo lo que somos: buenos y malos, sanos e insanos. Somos seres llenos de contradicciones.
O quizá no. Sí pero no. La vida está llena de opuestos: ¿Por qué no nosotros? Si aceptamos el día y la noche, el calor y el frío, la luz y la oscuridad… ¿Por qué no la realidad y la fantasía, el amor y el odio, la salud y la enfermedad, la alegría y la tristeza, el placer y el dolor…? Todas ellas pasan por el filtro humano. Todas se construyen dentro de nosotros. Nuestra mente las construye, las hace reales. Y no siempre lo son.
¿Por qué en vez de regodearnos- en mayor grado negativamente- cada vez en una, removiendo las pulsiones que las provocan, no hacemos ese mismo esfuerzo en colocarlas cada una en su lugar, en aceptarlas, en ordenarlas?
Cada vez que un sentimiento ó una emoción viene a nosotros no sería mejor preguntarnos: ¿Por qué, de dónde viene, qué persigue, que nos falta o nos sobra, de qué nos sirve, es sano ó insano, nos produce satisfacción o decepción, bienestar o malestar?
Después de un sentimiento siempre viene un pensamiento y tras él una emoción y casi siempre un motivo y luego una acción. O casi a la vez un pensamiento, una emoción, un sentimiento, una motivación, una acción ¿Nos damos cuenta pues de la importancia de saber, de conocer los verdaderos intríngulis sobre lo que sentimos?
Alguien me dijo que cuando no entendemos. Cuando la duda y la indecisión nos embarga. Cuando algo contradice nuestra voluntad a la hora de decidir en nuestras vidas qué camino elegir-la acción- suele ser porque existe un bien mayor oculto. Algo que escondemos magistralmente aún siendo para nosotros nefasto. Un disfraz que esconde el verdadero motivo que provoca lo que sentimos. Muchas veces no es un bien real y sano sino una fantasía a la que nos aferramos para seguir sintiéndonos seguros en un mar que aparenta calma con una tormenta en el fondo. Una experiencia incrustada en lo más profundo de nosotros.
Nos criamos-por eso empecé así- construyendo una estructura emocional. Es todo un sistema. A través de sus ojos miraremos siempre y escudriñaremos todo lo que percibimos. De no ser que, por alguna razón del destino ó un quiebro de las circunstancias, nos encontremos con una crisis honda todo pasará con aparente normalidad. Hay muchísimas personas que sienten ansiedad a diario y desde siempre asumiéndolo cada segundo sin hacer nada por remediarlo. Ejemplos podría poner muchos. Los evitaré, son tan obvios. Todavía hay más que asumimos como normal vivir cinco días a la semana como se pueda-insatisfacción por supuesto- y buscar la evasión y lo lúdico el fin de semana, esperando algún puente o las vacaciones. Y todavía más personas que vivimos el presente con la esperando siempre un mañana mejor, un futuro en el que de una vez por todas nuestros deseos se conviertan en realidad. Perdemos en estos movimientos el disfrute de cada minuto de nuestra vida. No somos conscientes de que este momento es el único tiempo que en verdad podemos degustar, tenga el sabor que tenga. Cualquier sabor es aceptable si lo percibimos con todos los sentidos. Hasta cuando llega el dolor. Probablemente nos enseñará muy bien a apreciar el placer.
A la hora de educar nada de esto se tiene en cuenta. Se olvida lo esencial: aprender qué somos, quiénes somos, cómo somos. Enseñarnos a buscar nuestro propio criterio en el inmenso mundo de las emociones. Conocernos bien es el único camino hacia lo suficientemente satisfactorio, probablemente lo máximo que puede conseguir un ser humano con mayor o menor acierto. Dentro de lo propios límites.
Los límites son fundamentales a la hora de conocernos, como género y como personas. Si no conocemos las fronteras de nuestra naturaleza no sabremos dónde nos encontramos y por supuesto menos aún quiénes somos y hasta dónde podemos llegar en nuestro desarrollo como personas.
Les responderé a las tres preguntas del principio:
Somos seres humanos, somos de donde nos criamos y nos dedicamos a aprender a la vez que construimos nuestra vida, nuestro tiempo presente, tratando de comprender y aceptar quiénes fuimos en el pasado y proyectándonos en el futuro. Siempre buscando la forma posible más satisfactoria.
Y todo ello sin poder parar hasta la muerte. ¿Es un regalo o una condena?
Febrero 2008
El loco del tren a Roncesvalles
El pasado puente de Octubre, viajaba en el tren que va de Valencia a Roncesvalles, cuando de pronto, un señor mayor con barbas blancas, boina negra y traje viejo apareció en nuestro vagón, se dirigía a cada viajero gritando: ¡Ésta es mi palabra y se la vendo para comer!. En sus manos portaba cientos de folios mugrientos, grapados por temas, que nadie compraba (todos comentaban: este tío está como una cabra). Cuando llegó a mi altura le dije si podía ojearlos- siempre he sido un mojetero- y por diez euros compré sus palabras, un tema que especialmente me interesó, aunque de lo que me dio tiempo a leer casi ninguno tenía desperdicio , y ahora que son mías, se las transcribo:
“Uno cuando oye por primera vez la palabra Sinergia, al menos a mi me ocurrió, se ve en la obligación de ir directamente al diccionario con la intención de conocer su significado. Curiosamente suele ocurrir que muchas de las cosas que se dan a diario en nuestras vidas tienen nombres poco comunes. Resaltar la importancia que tiene esta palabra- o mejor su acción- en nuestras vidas y en nuestra historia es el fin que me propongo al escribir estas líneas. Espero conseguirlo.
La primera sinergia que se produce en todo ser es ésta: a todos nos da la vida otro u otros seres semejantes. Las personas, en especial, llegamos a la vida por la interacción de dos seres humanos. Ninguno de los dos sería capaz de dar vida sin el otro o parte de él: nos necesitamos. Y creo poder anticipar que siempre seguirá siendo así: dependeremos de otros de una forma u otra. La dimensión social es esencial a nuestra naturaleza.
Si aprehendiéramos la importancia y el alcance de estas afirmaciones, probablemente, las relaciones entre personas, países o civilizaciones, funcionarían mejor, al menos serían más cordiales y por supuesto menos destructivas. Solemos creer que nuestra familia, nuestros amigos y nuestro entorno más cercano, todo lo más lejos, nuestro pueblo o ciudad, región o país y en ese orden, es lo único que importa. Y no es así. Aunque en cierto modo no vamos mal encaminados. Una persona es tan pequeña comparándola con todos los seres humanos de la tierra. Quizá solo seamos capaces de poder relacionarnos suficientemente bien con un pequeño grupo de personas. Aceptar que somos seres limitados nos ayudará a entender.
Por otra parte- luego intentaré generar la conexión- está el interés. Nadie hace nada sin esta denostada palabra y curiosamente casi siempre se niega. ¿Quién se atreve a decirle a sus hijos o a su pareja o a sus amigos que es el interés el que los une? Menudo pecado. El interés es “provecho, utilidad o valor que en sí tiene una persona o cosa”. Y todo… todo, lo hacemos por interés. No hay duda alguna.
Busquemos la relación entre estas dos ideas: la necesidad de los demás y el interés a través del concepto de Trueque, tan antiguo como la raza humana. Se define como el “intercambio de bienes o servicios sin mediar la intervención de dinero”. Pero, ¿cómo cambiar un bien o un servicio o un sentimiento por otro si no conocemos su valor? Como dice una gran amiga mía: sin darnos cuenta-o dándonos- podemos estar cambiando cromos buenos por cromos repetidos o al revés. ¿Lo habían pensado?
Imagine que usted da amor sano por frialdad y falta de consideración. O que usted trabaja como un mulo por un plato de comida y un camastro. O que usted se ocupa de todos pero de usted no se ocupa nadie. Piense, pensemos por qué nos quieren en nuestro entorno más cercano. Ni se le ocurra pensar en el trueque ni en el interés ni en la necesidad. Si lo hace, solo encontrará respuestas que no entenderá. Es mejor que siga mintiéndose, se vive mejor. Jajaja, jajaja,jajaja,jajaja. Ríanse de la realidad.
Bien, cada uno que piense lo que quiera. Les diré lo que pienso yo. Si aceptamos que todo se hace por interés, que todos nos necesitamos de alguna manera y que en la vida casi todo es un trueque, solo podemos llegar a una conclusión que reduciremos a un concepto: Sinergia.
Para terminar pues, solo nos queda definir la susodicha palabreja. Sinergia: “ acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. Paren de buscar, políticos, filósofos, psicólogos, intelectuales…paren ya. El sentido de la vida del hombre es la Sinergia. Busquen y rebusquen, piensen, lean, reflexionen, hagan experimentos, suban a la luna, descifren los árboles genéticos o las células madre… siempre…siempre llegaran al mismo sitio: Sinergia”.
(No entendí, ni entiendo por qué escribió cinco veces sinergia en negrita, cuatro veces interés y dos veces trueque. De lo que estoy seguro es que con ello algo quiso decir…)
Aten cabos si les apetece.
Octubre 2007
“Uno cuando oye por primera vez la palabra Sinergia, al menos a mi me ocurrió, se ve en la obligación de ir directamente al diccionario con la intención de conocer su significado. Curiosamente suele ocurrir que muchas de las cosas que se dan a diario en nuestras vidas tienen nombres poco comunes. Resaltar la importancia que tiene esta palabra- o mejor su acción- en nuestras vidas y en nuestra historia es el fin que me propongo al escribir estas líneas. Espero conseguirlo.
La primera sinergia que se produce en todo ser es ésta: a todos nos da la vida otro u otros seres semejantes. Las personas, en especial, llegamos a la vida por la interacción de dos seres humanos. Ninguno de los dos sería capaz de dar vida sin el otro o parte de él: nos necesitamos. Y creo poder anticipar que siempre seguirá siendo así: dependeremos de otros de una forma u otra. La dimensión social es esencial a nuestra naturaleza.
Si aprehendiéramos la importancia y el alcance de estas afirmaciones, probablemente, las relaciones entre personas, países o civilizaciones, funcionarían mejor, al menos serían más cordiales y por supuesto menos destructivas. Solemos creer que nuestra familia, nuestros amigos y nuestro entorno más cercano, todo lo más lejos, nuestro pueblo o ciudad, región o país y en ese orden, es lo único que importa. Y no es así. Aunque en cierto modo no vamos mal encaminados. Una persona es tan pequeña comparándola con todos los seres humanos de la tierra. Quizá solo seamos capaces de poder relacionarnos suficientemente bien con un pequeño grupo de personas. Aceptar que somos seres limitados nos ayudará a entender.
Por otra parte- luego intentaré generar la conexión- está el interés. Nadie hace nada sin esta denostada palabra y curiosamente casi siempre se niega. ¿Quién se atreve a decirle a sus hijos o a su pareja o a sus amigos que es el interés el que los une? Menudo pecado. El interés es “provecho, utilidad o valor que en sí tiene una persona o cosa”. Y todo… todo, lo hacemos por interés. No hay duda alguna.
Busquemos la relación entre estas dos ideas: la necesidad de los demás y el interés a través del concepto de Trueque, tan antiguo como la raza humana. Se define como el “intercambio de bienes o servicios sin mediar la intervención de dinero”. Pero, ¿cómo cambiar un bien o un servicio o un sentimiento por otro si no conocemos su valor? Como dice una gran amiga mía: sin darnos cuenta-o dándonos- podemos estar cambiando cromos buenos por cromos repetidos o al revés. ¿Lo habían pensado?
Imagine que usted da amor sano por frialdad y falta de consideración. O que usted trabaja como un mulo por un plato de comida y un camastro. O que usted se ocupa de todos pero de usted no se ocupa nadie. Piense, pensemos por qué nos quieren en nuestro entorno más cercano. Ni se le ocurra pensar en el trueque ni en el interés ni en la necesidad. Si lo hace, solo encontrará respuestas que no entenderá. Es mejor que siga mintiéndose, se vive mejor. Jajaja, jajaja,jajaja,jajaja. Ríanse de la realidad.
Bien, cada uno que piense lo que quiera. Les diré lo que pienso yo. Si aceptamos que todo se hace por interés, que todos nos necesitamos de alguna manera y que en la vida casi todo es un trueque, solo podemos llegar a una conclusión que reduciremos a un concepto: Sinergia.
Para terminar pues, solo nos queda definir la susodicha palabreja. Sinergia: “ acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. Paren de buscar, políticos, filósofos, psicólogos, intelectuales…paren ya. El sentido de la vida del hombre es la Sinergia. Busquen y rebusquen, piensen, lean, reflexionen, hagan experimentos, suban a la luna, descifren los árboles genéticos o las células madre… siempre…siempre llegaran al mismo sitio: Sinergia”.
(No entendí, ni entiendo por qué escribió cinco veces sinergia en negrita, cuatro veces interés y dos veces trueque. De lo que estoy seguro es que con ello algo quiso decir…)
Aten cabos si les apetece.
Octubre 2007
El Gustólogo
Algunos sabores, al contacto con la boca, nos devuelven emociones del pasado, quizá comparables a las sensaciones al mirar las llamas de una buena fogata en invierno: la mayoría de personas nos sentimos como en un trance, como en un rito iniciático que nos lleva a lo más hondo de nosotros mismos.
Siempre que le ocurría esto al Señor Flor, imaginaba lo que sintió el ser humano que descubrió el fuego: esa primera vez, ese descubrimiento infinito, grabado en sus ojos para siempre, en una huella impresa, transmitida de generación en generación, desde el pasado hacia el futuro. Pensaba que eso mismo, dentro de nosotros, ocurría con los sabores.
El Señor Flor era ya un anciano apacible, que en su juventud, eligió para su vida una profesión inventada por él mismo: Gustólogo.
Todo comenzó una noche de Julio en la que la luna parecía una moneda a punto de introducirse en una inmensa hucha negra. Había quedado para cenar con unos amigos en un casa de comidas muy antigua, en una ciudad vieja llena de peregrinos, en la que se encontraba de viaje de fin de carrera. Se llamaba O Gato Negro. Era un local pequeño que conservaba el sabor de otros tiempos y la tradición de una buena y sencilla cocina transmitida de padres y madres a hijos. En ese tiempo lo regentaba el nieto de la fundadora que se había jubilado hacía poco tiempo. El señor Flor, su compañera y un amigo, años atrás aún les había dado tiempo a ver y disfrutar de aquélla anciana en acción, cocinando unos platos exquisitos basados en los productos del mar, sirviendo el vino desde una jarra que arrancaba suavemente a las barricas, con su moño recogido y se delantal.
Volvió aquel día y llevó allí a algunos de sus amigos. Pidieron unos vinos mientras ojeaban una pequeña carta. Dejadlo por favor, el dueño nos recomendará, les dijo. Llegó la hora de tomar nota y así se lo pidió al propietario: “Por favor, díganos que hay hoy, preferimos que nos sorprenda, queremos picar un poco de aquello que nos recomiende”. Él sabía que no hay nada más satisfactorio para alguien de esa profesión que ponerse en sus manos. Así fue, sus expectativas se colmaron.
Empezó a traer platos en este orden: unos camarones de las rías, unas zamburiñas preparadas con la receta secreta de la abuela, unos percebes recién hervidos en agua de mar, berberechos al vapor, almejas crudas de Carril y unas sardinas a la brasa con pimientos de Padrón que llenaron el espacio que queda entre el placer y saciar el apetito. Todo ello regado con jarras y jarras de aquel vino blanco que solo alcanza su máximo sabor entre esas piedras, sobre esas mesas, servido con esas manos.
El señor Flor estuvo, durante toda la cena, en un trance, como el que les relataba al principio de estas palabras. No habló ni un instante, solamente escuchaba y danzaba en un baile con aquellos sabores, intensos, impecables en su textura y en su frescura. En algún momento cerró los ojos y durante minutos, rememoró todo lo que había vivido, años atrás, la primera vez que estuvo allí. Todo ello a través de los sabores. Cada bocado le traía una cara y un gesto, una sonrisa, unas palabras, una ilusión, un abrazo, un movimiento, un olor, una mejilla sonrosada, la belleza de una anciana, dando a cada viajero esos placeres. Pensó hacia sus adentros: habría que hacerle a esa mujer un monumento...después se dijo: menuda tontería...ya tiene su monumento. Ese lugar antiguo en una calle céntrica y estrecha de una ciudad vieja, de hermosísimos edificios. Todo aquello era su obra. ¿Qué monumento pues, necesitaba aquella hermosa anciana?. Pensó... ninguno, los tiene todos.
Así, con esta experiencia, es como descubrió su profesión de Gustólogo, decidió recorrer y buscar en cualquier parte de España, esas personas capaces de remover todo lo emocional con una cuchara, con un mordisco, con un sabor, con una textura, con un trago de un caldo místico, con una buena compañía. Todo aquello que te reconcilia por un buen rato con la vida. Y se dijo: quiero conseguir ganarme la vida buscando esos sitios para sentarme y contemplar el disfrute, la alegría, el placer...de aquellas personas que se atrevan a dejarse vivirlo.
Y así lo hizo, durante cincuenta y tres años, se dedicó a encontrar esos perfectos lugares y a esas personas dispuestas a hacer una viaje hacia el centro de la boca. Abiertas a cerrar los ojos y descubrir un universo distinto a todos, personas capaces de ver en un bocado un castillo de fuegos artificiales sobre el mar, de un trago descifrar el sentido de la vida y de una buena compañía y un buen restaurador, la pareja perfecta para una luna de miel para siempre.
Así es como todos conocen al Señor Flor, el gustólogo. Ese hombre capaz de armonizar realidad y fantasía en un sorbo, en un mordisco, en una historia contada, ahora ya retirado, a esas personas que lo visitan como si fuesen en busca del rey de los Vividores. De esa persona capaz de hacer de algo necesario y cotidiano un acto sublime.
Junio 2007
Para el día de Reflexión
A veces amigos no se debe estar dispuesto a creer que las cosas no se pueden cambiar. Existe un espíritu casi irreconocible en el ser humano de adaptación al medio social y a sus estructuras más estandarizadas. Se tiende a imitar la estructura personal, familiar y social que en mayor grado está asimilada y por mayor número de personas, en lo que podemos nombrar como valores sociales: lo que está bien ó está mal, ó mejor, lo que vemos bien ó vemos mal, con respecto a como viven los demás. La bauticé hace algunos años como la Teoría de la Igualdad Comparativa.
Es práctica habitual calificar como raros a los que no cumplen los requisitos que hemos decidido como normales. Nos esforzamos mucho en hacer comprender a nuestros hijos, amigos, vecinos, conocidos... cuál es nuestra forma de pensar sobre cualquier tema que tenga que ver con la inalcanzable aceptación social.
¿A qué estilo de persona se respeta en la sociedad actual?
El personaje tipo y un buen candidato, debería cumplir los siguientes requisitos:
Varón ó hembra a ser posible de raza blanca, de orígenes cualesquiera, pero sin excesivas manchas en la familia(porque no vayan a olvidar que sus actos pasarán a otra generación, sobre todo si son socialmente inaceptables),con una infancia normal(pero tampoco olviden que hay algunas actividades infantiles muy reprobables),preferentemente con estudios universitarios ó en su defecto un trabajo bien remunerado y fijo, en todo caso con éxito económico. Socialmente comprometidos(pero cuidado en algo que esté bien visto y que no haya que enfrentarse a nadie),alegres pero no excesivamente juerguistas, preferentemente con pareja estable y a ser posible bien casado y con claras intenciones de procrear y darse en vida a sus hijos, es decir, capaces de transmitir a las próximas generaciones este mismo mensaje: lo considerado socialmente correcto. Capaz de decir, como dice Ernesto: en petite comité, que son demócratas y mucho mejor si son progresistas. Amigo de sus amigos, excepto para el dinero. Y muy quereores de la familia, excepto con el sujeto que siempre existe, con el que no tragan, que siempre suele ser el único capaz de estar en desacuerdo con sus ideas o su forma de vida.
Grandes conversadores, sobre todo, acerca de la vida de los demás. Colaboradores audaces de las leyes no escritas, esas que no existen, pero siempre están hay, para recordarnos que no somos ni siquiera perfectos.
Me pone malo lo convencional, no porque la semejanza no sea aconsejable para el desarrollo de la vida, sino porque la igualación nos conforma, nos hace seres nada creativos, carentes de evolución personal.
Evita la experimentación y evitarás el peligro. Lo que no se suele saber es que también evitas la propia esencia del aprendizaje y del desarrollo de la vida, es decir, te adaptarás , te hastiarás por dentro, exclusivamente porque es un pecado enfrentarse a la convencional. A ese código que nunca está escrito, repito, pero siempre, en la historia, ha hecho desgraciado a todo aquel que quiere salirse del círculo que marca su peligroso poder.
Lo convencional me pone malo. No porque no me considere normal, como todos, sino porque los demás puedan llegar a considerarnos como les de la gana, sin conocernos , sin saber quiénes somos ni qué nos motiva. Por pura apariencia.
Hace poco una persona me preguntó, cuándo iba a sentar la cabeza-no se exactamente desde que criterio ni con qué intención-. En ese momento sonreí, recordé la misma pregunta hecha por mi madre hace muchos años, entonces, mi respuesta, fue hacer el pino encima de un sillón. Ahora, después de pensarlo bien ya sé la respuesta...es ésta: jamás-si significa lo que imagino-.
Cuando vayan a votar estas elecciones les pido que piensen en todo esto, sobre todo en quiénes creen ustedes que pueden, saben o quieren cambiar las cosas para crecer y mejorar nuestro pueblo, ahora bien les ruego no les exijan que sienten la cabeza, es la mejor manera de que nada evolucione, además de ser una muy incómoda postura para Vivir. Pídanles con el voto que tomen riesgos y que sean creativos y que cuiden lo de todos. Pero cuando se equivoquen, tengamos una gran perspectiva humana, es la única vía para confiar los unos en los otros: respeto y consideración. Es mucho mejor equivocarse que no hacer nada.
Que ustedes voten con salud.
Mayo de 2007
Es práctica habitual calificar como raros a los que no cumplen los requisitos que hemos decidido como normales. Nos esforzamos mucho en hacer comprender a nuestros hijos, amigos, vecinos, conocidos... cuál es nuestra forma de pensar sobre cualquier tema que tenga que ver con la inalcanzable aceptación social.
¿A qué estilo de persona se respeta en la sociedad actual?
El personaje tipo y un buen candidato, debería cumplir los siguientes requisitos:
Varón ó hembra a ser posible de raza blanca, de orígenes cualesquiera, pero sin excesivas manchas en la familia(porque no vayan a olvidar que sus actos pasarán a otra generación, sobre todo si son socialmente inaceptables),con una infancia normal(pero tampoco olviden que hay algunas actividades infantiles muy reprobables),preferentemente con estudios universitarios ó en su defecto un trabajo bien remunerado y fijo, en todo caso con éxito económico. Socialmente comprometidos(pero cuidado en algo que esté bien visto y que no haya que enfrentarse a nadie),alegres pero no excesivamente juerguistas, preferentemente con pareja estable y a ser posible bien casado y con claras intenciones de procrear y darse en vida a sus hijos, es decir, capaces de transmitir a las próximas generaciones este mismo mensaje: lo considerado socialmente correcto. Capaz de decir, como dice Ernesto: en petite comité, que son demócratas y mucho mejor si son progresistas. Amigo de sus amigos, excepto para el dinero. Y muy quereores de la familia, excepto con el sujeto que siempre existe, con el que no tragan, que siempre suele ser el único capaz de estar en desacuerdo con sus ideas o su forma de vida.
Grandes conversadores, sobre todo, acerca de la vida de los demás. Colaboradores audaces de las leyes no escritas, esas que no existen, pero siempre están hay, para recordarnos que no somos ni siquiera perfectos.
Me pone malo lo convencional, no porque la semejanza no sea aconsejable para el desarrollo de la vida, sino porque la igualación nos conforma, nos hace seres nada creativos, carentes de evolución personal.
Evita la experimentación y evitarás el peligro. Lo que no se suele saber es que también evitas la propia esencia del aprendizaje y del desarrollo de la vida, es decir, te adaptarás , te hastiarás por dentro, exclusivamente porque es un pecado enfrentarse a la convencional. A ese código que nunca está escrito, repito, pero siempre, en la historia, ha hecho desgraciado a todo aquel que quiere salirse del círculo que marca su peligroso poder.
Lo convencional me pone malo. No porque no me considere normal, como todos, sino porque los demás puedan llegar a considerarnos como les de la gana, sin conocernos , sin saber quiénes somos ni qué nos motiva. Por pura apariencia.
Hace poco una persona me preguntó, cuándo iba a sentar la cabeza-no se exactamente desde que criterio ni con qué intención-. En ese momento sonreí, recordé la misma pregunta hecha por mi madre hace muchos años, entonces, mi respuesta, fue hacer el pino encima de un sillón. Ahora, después de pensarlo bien ya sé la respuesta...es ésta: jamás-si significa lo que imagino-.
Cuando vayan a votar estas elecciones les pido que piensen en todo esto, sobre todo en quiénes creen ustedes que pueden, saben o quieren cambiar las cosas para crecer y mejorar nuestro pueblo, ahora bien les ruego no les exijan que sienten la cabeza, es la mejor manera de que nada evolucione, además de ser una muy incómoda postura para Vivir. Pídanles con el voto que tomen riesgos y que sean creativos y que cuiden lo de todos. Pero cuando se equivoquen, tengamos una gran perspectiva humana, es la única vía para confiar los unos en los otros: respeto y consideración. Es mucho mejor equivocarse que no hacer nada.
Que ustedes voten con salud.
Mayo de 2007
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