viernes, 18 de noviembre de 2011
El Regalo
Cuando uno se ha criado en las calles de un pueblo lleno de luz blanca, hermoso y tranquilo, queda marcado emocionalmente por ese lugar para el resto de su vida. Creo que es una cuestión de raíces y de tierra. De Ítaca sin mito ni mar. Quizá una necesaria fórmula para crear la propia identidad. ¿Quién eres, de dónde eres, a qué te dedicas? Suelen ser las primeras preguntas. Sería trágicamente perfecto que fueran también las últimas respuestas.
El pasado está en la memoria y en todo lo que somos en el presente, se construye en los sentidos repletos de experiencias: imágenes, relaciones, olores, sabores, amores…
¿Crees en Dios…y en los milagros?
He hecho estas preguntas a unas pocos amigos cientos de veces y en distintas épocas de la vida. Las respuestas siempre son dudas, afirmaciones, negaciones o contradicciones.
Sabemos tan poco ó tampoco sabemos.
Fatiga tanta pregunta y tan pocas respuestas claras, contundentes, creíbles. Cansa mucho tratar de entender la realidad en la que vivimos y cuesta mucho conseguir construir una vida coherente a través de todo lo que somos: buenos y malos, sanos e insanos. Somos seres llenos de contradicciones.
O quizá no. Sí pero no. La vida está llena de opuestos: ¿Por qué no nosotros? Si aceptamos el día y la noche, el calor y el frío, la luz y la oscuridad… ¿Por qué no la realidad y la fantasía, el amor y el odio, la salud y la enfermedad, la alegría y la tristeza, el placer y el dolor…? Todas ellas pasan por el filtro humano. Todas se construyen dentro de nosotros. Nuestra mente las construye, las hace reales. Y no siempre lo son.
¿Por qué en vez de regodearnos- en mayor grado negativamente- cada vez en una, removiendo las pulsiones que las provocan, no hacemos ese mismo esfuerzo en colocarlas cada una en su lugar, en aceptarlas, en ordenarlas?
Cada vez que un sentimiento ó una emoción viene a nosotros no sería mejor preguntarnos: ¿Por qué, de dónde viene, qué persigue, que nos falta o nos sobra, de qué nos sirve, es sano ó insano, nos produce satisfacción o decepción, bienestar o malestar?
Después de un sentimiento siempre viene un pensamiento y tras él una emoción y casi siempre un motivo y luego una acción. O casi a la vez un pensamiento, una emoción, un sentimiento, una motivación, una acción ¿Nos damos cuenta pues de la importancia de saber, de conocer los verdaderos intríngulis sobre lo que sentimos?
Alguien me dijo que cuando no entendemos. Cuando la duda y la indecisión nos embarga. Cuando algo contradice nuestra voluntad a la hora de decidir en nuestras vidas qué camino elegir-la acción- suele ser porque existe un bien mayor oculto. Algo que escondemos magistralmente aún siendo para nosotros nefasto. Un disfraz que esconde el verdadero motivo que provoca lo que sentimos. Muchas veces no es un bien real y sano sino una fantasía a la que nos aferramos para seguir sintiéndonos seguros en un mar que aparenta calma con una tormenta en el fondo. Una experiencia incrustada en lo más profundo de nosotros.
Nos criamos-por eso empecé así- construyendo una estructura emocional. Es todo un sistema. A través de sus ojos miraremos siempre y escudriñaremos todo lo que percibimos. De no ser que, por alguna razón del destino ó un quiebro de las circunstancias, nos encontremos con una crisis honda todo pasará con aparente normalidad. Hay muchísimas personas que sienten ansiedad a diario y desde siempre asumiéndolo cada segundo sin hacer nada por remediarlo. Ejemplos podría poner muchos. Los evitaré, son tan obvios. Todavía hay más que asumimos como normal vivir cinco días a la semana como se pueda-insatisfacción por supuesto- y buscar la evasión y lo lúdico el fin de semana, esperando algún puente o las vacaciones. Y todavía más personas que vivimos el presente con la esperando siempre un mañana mejor, un futuro en el que de una vez por todas nuestros deseos se conviertan en realidad. Perdemos en estos movimientos el disfrute de cada minuto de nuestra vida. No somos conscientes de que este momento es el único tiempo que en verdad podemos degustar, tenga el sabor que tenga. Cualquier sabor es aceptable si lo percibimos con todos los sentidos. Hasta cuando llega el dolor. Probablemente nos enseñará muy bien a apreciar el placer.
A la hora de educar nada de esto se tiene en cuenta. Se olvida lo esencial: aprender qué somos, quiénes somos, cómo somos. Enseñarnos a buscar nuestro propio criterio en el inmenso mundo de las emociones. Conocernos bien es el único camino hacia lo suficientemente satisfactorio, probablemente lo máximo que puede conseguir un ser humano con mayor o menor acierto. Dentro de lo propios límites.
Los límites son fundamentales a la hora de conocernos, como género y como personas. Si no conocemos las fronteras de nuestra naturaleza no sabremos dónde nos encontramos y por supuesto menos aún quiénes somos y hasta dónde podemos llegar en nuestro desarrollo como personas.
Les responderé a las tres preguntas del principio:
Somos seres humanos, somos de donde nos criamos y nos dedicamos a aprender a la vez que construimos nuestra vida, nuestro tiempo presente, tratando de comprender y aceptar quiénes fuimos en el pasado y proyectándonos en el futuro. Siempre buscando la forma posible más satisfactoria.
Y todo ello sin poder parar hasta la muerte. ¿Es un regalo o una condena?
Febrero 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Absolutamente de acuerdo :)
ResponderEliminar