domingo, 23 de octubre de 2011

Don Pío y el niño perdido



“No estoy donde digo y escribo desde el futuro. No miento."
Quisiera poder volar. Mirar el mundo desde muy arriba... tiene que mejorar mucho su conocimiento. Estoy seguro. Debe ser una gozada jugar con el viento y la gravedad. ¿Por qué no quieren jugar conmigo?

Tengo ochenta y dos años, el doble de los que creía que iba a vivir. Todos los días, desde entonces, me levanto con un sueño: soy un pájaro y miro el pueblo donde habito desde el cielo. Todo es distinto desde allí arriba. Puedo ver lo que hace cualquiera de mis vecinos sin que se enteren, escucho conversaciones, veo las grietas de los tejados y hasta alguna barbaridad... El sueño siempre acaba igual: me despierto, no soy un pájaro y me pongo a llorar.

No estoy loco, se lo aseguro, soy un viejo que según algunos no debería sentir esta intensa ilusión al final de mis días.  Sé que puedo parecerlo, incluso estoy seguro, que alguno de ustedes lo estará pensando, y otros, que en verdad, soy un pájaro... pero no de los que vuelan. Les aseguro que no, les soy infinitamente sincero: no estoy loco y no soy un pájaro de esos.

Todo el mundo me llama Don Pío, al principio no me gustaba, sabía que se mofaban de mi al nombrarme. Pero después de tantos años-más de cuarenta- me lo tomo como un cariño que me hacen hasta los más impresentables. Siempre me he preguntado porqué me toman por un chiflado al desear ser un pájaro para poder volar.¿ Acaso cree la gente que sin ser pájaro voy a poder volar?. Ellos sí están completamente locos.
Quede claro que probé en avión, pero no es eso lo que quiero, ni siquiera se acerca a lo que necesito. Ni por un instante es comparable a las sensaciones de mis sueños. Necesito ser un pájaro y volar con mis propias alas, con mis propias fuerzas, con mis propios rumbos y planeos. ¿Tan difícil es de entender esto?

Algunos de mis parientes creen que estoy chalado, que soy obsesivo. No les entiendo, alguno de ellos llevan haciendo cuarenta años lo mismo todos los días y no lo consideran una obsesión. Yo ante esto, no digo ni pío...y el enfermo, soy yo.¿Ustedes entienden algo?. Yo no.

A veces, cuando no puedo más, me subo a la montaña cercana más alta  y elevo los brazos, el viento o la brisa pasa por todo mi cuerpo; y por mis ojos, esas vistas espectaculares desde la cima. Solo así consigo alegrarme.

Hace unos días me encontré con un niño pequeño perdido en la montaña. Me acerqué a él y le pregunté: ¿Te has perdido?. Mi sorpresa fue cuando contestó que no. Le pregunté de nuevo: ¿Están tus padres por aquí cerca o has venido con alguien?. De nuevo me contestó que no. Y pensé: No entiendo nada. Entonces le dije: ¿Si no te has pedido que haces aquí en la cima de la montaña?. El niño me miró fijamente a los ojos y me preguntó:¿Es usted Don Pío?. Afirmé con la cabeza. Y entonces me dijo: Vengo a buscarle, me han dicho que usted vuela. Le contesté: No hijo, te han engañado, yo no vuelo, solamente deseo ser un pájaro y poder volar.
El niño volvió a preguntar: ¿Y por qué no puede usted volar?. Le dije que no podía volar porque era un hombre y los seres humanos no tienen alas y no pueden volar como los pájaros.
El niño volvió a preguntar: ¿Y por qué si es un hombre quiere ser un pájaro?
Me quedé pensando un instante y le contesté: verdad que quieres crecer y ser grande como tu papá – el niño afirmó- pues yo ya soy grande y ahora lo que deseo es ser pájaro para poder volar.
El niño sonrió, se puso cara al viento y levantó los brazos.
De pronto, comprendí, alcé los brazos que se convirtieron en alas y me puse a volar: Siempre fui... un pájaro entre personas”.
Desde entonces se cuenta una historia  de un niño que vio convertirse a Don Pío en un pájaro y ya nunca más nadie lo volvió a ver. Solamente se dice que cada año, en ese mismo día, los pájaros no vuelan, solo caminan hacia la cima  de la montaña y levantan sus alas al viento deseando, por un momento, con todas sus fuerzas ser... humanos. Luego sonríen con un grito de pájaro y vuelven a volar, deslizándose amablemente a favor del viento.
De aquel niño nada más se supo.

Julio 2007

Desde el escusado



Estoy en los servicios públicos de un parque. Exactamente en el evacuador. Escribo desde aquí sentado. Me apetecía tener esta nueva experiencia. Unos cuantos grafitis por todas las paredes, el papel higiénico por el suelo, la cadena sin tirar, la tapa sucia y el aparato del papel arrancado y puesto de sombrero en el ángulo de la puerta. Me parece un excelente sitio para escribir, me salen docenas de temas que podría contarles. La primera idea lo Cívico. La primera pregunta: ¿Por qué las personas tratamos tan mal lo público? Pienso en la educación y en la educación que recibió quién nos educó, y la educación que recibió el que educó a quién nos educó… si me descuido llego al Australopitecus o a Adán y Eva. Me viene a la cabeza la necesidad de comunicación artística(por los grafitis), también el aburrimiento, la ira, la violencia y la destrucción. Hago un repaso a los procesos pasados de mi propia vida, de las personas que conozco más o menos bien, de mi familia, de mis profesores, de mis amigos. Busco y comparo. Comienzan a dormírseme las piernas, es lo malo de escribir sentado en un inodoro. Aún así la experiencia está siendo gratificante. Las ideas salen a borbotones, no se si es bueno tantas. Todo me está empezando a parecer muy complejo, tantos porqués, respuestas que se cruzan con otras y preguntas con mas preguntas y alguna respuesta. Mientras tanto escucho un pedo grandioso y muy airoso y pienso: ¡Qué bien se ha quedado! Y los grifos  que suenan mojando las manos. Y una meada de esas de récord, dos minutos o más a máxima presión sobre el agua, vaya próstata más sana. De pronto todo se queda en silencio, se acaba de apagar el puto aparatito de secar las manos, nunca he entendido por qué los ponen: No sirven para secar las manos, casi siempre están rotos y encima hacen un ruido del demonio. Solo conozco uno que siempre va y encima te seca las manos, es muy potente, mucho, te manda las gotas de agua a los zapatos y unas cuantas a la camisa y  a los pantalones. Su único problema es que sales un poco avergonzado del baño por si alguien piensa que te has salpicado de orín en vez de agua. No acaban de convencerme estos aparatitos, donde estén un buen papel o una buena toalla…
Se me pasa por la cabeza escribir un relato sobre la defecación y su placer: ¿Qué les parece? Hay muchas personas que tienen verdaderos problemas para evacuar. Pero quizá es un tema demasiado obvio para el lugar donde me encuentro. Y no me gusta nada lo demasiado obvio. O quizá sí, no estoy muy seguro. Cuando este tipo de paradojas me ocurren suelo pensar: Seguramente a veces me gusta y a veces no, así de simple.
Ya tengo completamente dormidas las piernas y empiezo a sentir ese dolor tan característico que más tarde al levantarme aumentará hasta que la sangre vuelva de nuevo a su lugar.
Les voy a contar una anécdota ocurrida en un cuarto de baño. Fue hace muchos años, cuando tomé la comunión. Me regalaron un sello de oro de esos de la época de los setenta que me venía grande, supongo que ya imaginan lo que me ocurrió… en efecto, se coló por al agujero del inodoro y se esfumó. No duró ni veinticuatro horas. A la mañana siguiente se lo conté a mi madre, con el consiguiente cabreo, regañina y todo lo que viene a continuación: sentimiento de culpa…etc. Pero fíjense los designios del destino: Mi madre se puso a tender la ropa, en aquella casa lo hacía en el patio de luces, al abrir la ventana se encontró un piso más abajo a un albañil que estaba reparando las bajantes y el desagüe principal.  Buenos días le dijo a lo que señor le respondió lo mismo y se dispuso a colocar las prendas con su pinza correspondiente en el cordel del tendedero. Dándole vueltas y vueltas a la cabeza, mientras ponía la ropa a secar, se le ocurrió que igual el albañil podría encontrarlo. Sin pensárselo dos veces le dijo: Perdone señor, resulta que mi hijo tomó ayer la comunión y le regalamos un sello de oro, le venía un poco grande y anoche se le cayó por el retrete, ¿no me haría usted el favor de ver si lo encuentra? A lo que aquel señor le contestó: Señora antes de meter la mano ahí soy capaz de regalarle otro sello a su hijo. Los dos rieron.
Bien amigos, me voy a levantar, ya no me queda espacio para seguir contándoles, tampoco creo que aguantase mucho más en esta posición. Me alegro de haber compartido con ustedes esta experiencia. Si no la han probado no se la aconsejo, duele mucho al levantarse.
Espero que evacuen bien y que cuando usen un baño público lo cuiden.
Gracias.

Enero 2008

De qué se viste usted



Hoy les hablaré de corbatas. Mi amigo Cheroni decía hace algunos años que  no se iban a  llevar.
No estuve de acuerdo y el tiempo me ha dado la razón. Seguramente él pensaba en la moda, en las tendencias del  momento.
Sin embargo, mi opinión es que pasará mucho tiempo hasta que dejen de llevarse: la corbata y el traje de chaqueta combinan un auténtico uniforme, así como para los mecánicos el mono ó para los médicos la bata blanca. Y además la corbata, fuera de las conmemoraciones sociales, lleva implícito un  especie de derecho: respeto: el alcance de una meta de poder social siempre referida a esa imagen. Implica cierto éxito social y buena imagen.
Existe en la apariencia  un lenguaje, también en los bienes que poseemos:
Una marca y modelo de coche expresa lugar en la escala social, al igual que una casa de determinadas características e incluso a dónde vamos en vacaciones. No hay duda que entenderán conmigo que la forma de vestir también crea una imagen de la persona. Aunque hay a quien le gusta despistar.
Quitarse la corbata llevaría inevitablemente a no identificar a  aquellos que representan los negocios o aquellos que se  mudan para un acontecimiento especial. Fíjense, observen como cada uno que se viste con traje y corbata, durante la semana, lo hace inexcusablemente porque representa a una actividad económica: esto es lo que yo llamo el Efecto de la Imagen Convencional. Todos al ver a un varón trajeado, en la primera imagen mental, visualizamos a una hombre con determinadas características para la mayoría de nosotros comunes, un estereotipo. La uniformidad de las ideas en lo social es una necesidad. Usar corbata es una convención, o mejor, un convencionalismo:”Conjunto de opiniones o procedimientos basados en ideas falsas que, por comodidad ó conveniencia social, se tienen como verdaderas.”
Porque todos sabemos que lo verdaderamente cierto es que, en el fondo, por el mero hecho de usar una u otra determinada ropa, no adquirimos cualidades que no tenemos. He aquí el efecto justo que provoca aquel que se coloca una corbata pensando en distinción y otras banalidades y se encuentra con el efecto contrario del que pretendía, por ejemplo, en Buñol:¡Qué melón! o¡Qué tontarra!.
Todos tenemos derecho a montar o mostrar nuestro propio personaje.

Pero cuidado, tan convencional puede llegar a ser un traje y una corbata como los vaqueros rotos y una camiseta por encima del ombligo, o como los pantalones hechos para enseñar el tanga o el calzoncillo o como las vestimenta “pogre” u original, o como las marcas que conforman grupos de distintos colores pero igual forma u otras tribus urbanas con cadenas, gorras, collares, muñequeras, botas, cabezas rapadas o pintadas...
Detrás de cada una de estas imágenes hay un prejuicio y un perjuicio: porque detrás de un traje y una corbata puede haber una persona muy sana y abierta; detrás de una indumentaria más deportiva, un auténtico carcamal mental; detrás de la originalidad pura en el propio estilo, un ser humano intolerante y neurótico con problemas para relacionarse con los demás; detrás de la necesidad de pertenecer a una tribu la falta de una familia que funcione como un sano nido emocional, etc, etc, etc.
En verdad, todos los comentarios se hacen por algo, en este caso, la motivación que me lleva a decirles estas palabras es que me hartan y me hieren los jueces sociales. Ni siquiera se preguntan el por qué son capaces de juzgar a otra persona, simplemente, por su indumentaria. Estoy harto de tratar de entender, esforzarme en comprender, las razones que llevan a actuar a un ser humano de esta forma y no entender. Harto de escuchar comentarios sobre infinidad de asuntos que solo a los individuos conciernen. Harto de tanta falta de respeto y consideración.
Harto de explicar que detrás de una corbata  o una camiseta o un collar..., hay un pecho y detrás del pecho todo un  mundo emocional, como el de todos, que ríe, llora, ama, odia, sueña.. y que necesita de los demás como todos nosotros. Hombres y mujeres al fin, recuperados espero, en la experiencia de saber que la igualdad es el único signo aplicable a nuestro género. Porque somos iguales...no semejantes, en este sentido.
Tratarnos en la conciencia de ser iguales a la vez que diferentes posiblemente sea la respuesta, la pregunta podría ser:¿Para tratar de ser  diferentes es necesario ser asquerosamente injustos con los demás?.

Junio 2007

Copiar, Calcar, Crear

Hace unos días, un buen amigo, me mandó un comentario acerca de uno de los artículos publicado hace algunas semanas en esta mismo periódico y cuyo titulo era “Hablemos de la vida”, me permito-sin su permiso, puesto que no voy a revelar su nombre- transcribir el texto que me envió:

“Si hablamos de la vida en un plano genérico, creo que has hecho una descripción que pocos tendrían que objetar algo, creo que has hecho una fotografía donde no se pierde detalle, pero si hablamos de mi vida –la mía-, yo le di la vuelta a esa foto y quise hacer siempre algo original, creativo, y quise cambiar la foto que todos tenían por un cuadro, lo empecé hace mucho tiempo, claro, sin tener ni puta idea de  pintar y sin un boceto claro de lo que quería pintar, así que fui improvisando, eso si, con mucho color, mucha ilusión y mucha imaginación. Hoy si analizo el cuadro, creo que la intención era buena, el dibujo (el planteamiento) no era malo, pero mal ejecutado, y el color de tan vivo que lo quise hacer, ha resultado demasiado chillón, y la temática pretendía ser la misma de la foto, pero con vida propia, con mi personalidad, porque mi foto siempre la veía en blanco y negro. Hoy me he dado cuenta que hacer un cuadro que tenga una calidad aceptable, es muy difícil, y voy a poner todo mi empeño en volver a verla como una fotografía, pero, eso si, en color.”

Estas son mis palabras para él y que compartimos con ustedes:
Gracias por leerme con ese talante y tus comentarios.
Creo que todas las vidas se pintan sin tener ni idea: algunos se arriesgan...y pueden encontrarse con el dolor, el sufrimiento y la frustración - como tú- tratando de pintar algo diferente de lo que se encuentran porque no les satisface o tienen dificultades para adaptarse. Otros se conforman con copiar lo que otros han pintado porque prefieren la seguridad y la tranquilidad que les da ser como los demás en la mayoría de los sentidos, perteneciendo a un grupo de los que se sienten parte- el de los buenos, el de los que lo hacen bien, claro, creen ellos-. Y otros todavía con más miedos a la vida- hoy creo que los puedes entender muy bien- no solo copian lo de otros, van más allá, lo calcan, como cuando éramos pequeños en el colegio y colocábamos encima del dibujo un folio de poco gramaje.
Cada uno hace con su vida lo que puede, sabe o quiere o las tres cosas a la vez. Ninguna regla es la mejor. Y todos tenemos derecho a elegir la nuestra.
A mi me interesa especialmente una cuestión: sea el camino que se elija, mientras se transita, uno debería disfrutar de él, al menos  sentir que es suficientemente satisfactorio y es coherente con los propios pasos. Teniendo en cuenta que en la vida no todo son aciertos, ni es todo de color de rosa. Quiero decir: disfrutar, también es conectarte con la frustración y el error. Te obligan a reflexionar y aprender y por lo tanto, a crecer. Y no hay mayor disfrute que el crecimiento y el desarrollo personal.
Tu vida, la mía no son mejores ni peores que otras son solo diferentes y por lo tanto únicas, son simplemente: la tuya y la mía. De una forma o de otra hemos ido todos caminando, equivocándonos, aprendiendo y construyendo a la vez. Lo único que se podría afirmar-si es que algo se debe decir acerca de otras vidas- es que hay que  quererse más y no valorarse desde los ojos de los demás. Especialmente de los que copian y calcan, suelen ser los primeros en juzgar, sin conocer y sin criterio, sus vidas están vacías de color y su necesidad es llenarlas con la vida de los demás, sobre todo, de los que se atreven a recorrer caminos nuevos o no correctos ante sus ojos. Sus miedos les delatan. Carecen por tanto de una clara perspectiva humana. Y son para las personas sensibles a sus dedicadas palabras, peligrosas y destructivas.
Que se vayan a la mierda los que se atreven juzgar con una radical severidad a los demás.
Estoy casi seguro de que aún así, vale la pena pintar, en color o en blanco y negro, pese a todo.
Me alegro de que no hayas copiado ni calcado-aunque verdaderamente me parecen opciones, si son conscientemente elegidas, tan respetables como cualquier otra- y espero que también, especialmente, te alegres tú, en color por supuesto, si es tu elección.

Mayo 2007

Cerca de la felicidad



¿Todo está demasiado amanerado, no creen?.A veces tengo la sensación de todo lo que vivimos a diario está demasiado amañado. Incluso nuestros propias emociones y deseos parecen construidos desde el exterior, desde un mundo imaginado por unos y seguido – no sé si elegido- por todos como el ideal común al que debemos tender. Creando una necesidad que en realidad solo existe en la comparación de vivir como los demás, de buscar la identificación social, y a la vez, la necesidad de marcar una cierta diferencia, con la intención, de conseguir ser un poco distintos y quizá admirados por ello- nuestra identidad-.
Una gran paradoja: por una parte necesitamos sentirnos como los demás y por otra, nos exigimos superar esa identificación para que se nos reconozca como individuos socialmente correctos. En general, por alguna superficialidad: el coche que tenemos, el estilo de ropa que usamos, los bienes que poseemos, nuestra edad, la ideología, nuestra religión... y además, en el peor de los casos, sentirnos mejor que los demás por ello. Menuda estupidez... y parece tan necesaria...
Necesitamos convertirnos en individuos, ser uno mismo, sin  manipulaciones y condicionamientos provenientes de los demás. ¿ Me querrán si soy como soy o si soy como quieren que sea?
¿La realidad siempre supera a la ficción?. No seríamos capaces de imaginar, ni siquiera en la más rebuscada ficción, qué cosas somos capaces de hacer los seres humanos por marcar la diferencia y buscar el amor de los demás y la tan ansiada felicidad, en busca de ese individuo atrapado por el que dirán: escribir, pintar, interpretar, cantar, idolatrar, creer más que nadie en alguna ideología; vestirnos, peinarnos o uniformarnos, con la intención de pertenecer a un grupo que en la mayoría de casos se cree en posesión de una verdad inmutable – qué ignorantes podemos llegar a ser-, creer en lo que haga falta para que nos acepten...en definitiva, ser socialmente lo que nos convenga, y a la vez, estimados o despreciados por esa cualidad-que la mayoría de veces no poseemos ni en un sentido ni en otro  y que se supone nos distingue de los demás, cuando en realidad nos identifica.
Quizá todos tengamos, en el fondo, las mismas necesidades cuando buscamos un mismo formato, es posible que partamos de una base común que se va transformando según van incidiendo las circunstancias en la persona. Es muy posible que la infinidad de experiencias que un ser humano vive a lo largo de su vida conformen su carácter y lo conviertan en único. También es muy posible que poseamos una carga genética que condicione, de algún modo, nuestras propias capacidades, cualidades y herramientas. Incluso que determinado aspecto físico ó mental( recuerden Forest Gump) condicione nuestra acción diaria, si somos más tontos o listos, feos o guapos, altos o bajos, calvos o disponemos de una gran melena. Todo, todo esto es posible...
La posibilidad implica libertad y elección. Desgraciadamente no podemos elegir muchas de  las cosas que vamos a vivir, algunas te tocan. Es producto del azar y de la buena o mala suerte, si existe. La familia es una de ellas.
Sin embargo, hay realidades comunes que con seguridad viviremos: Alguien me dijo que dijo un poeta: “sufrir también es vivir”. Y también la satisfacción, el placer y la alegría(de la que hablaremos la próxima semana).
Se me ocurre poder creer también en otro aspecto común: la normalidad: “dicho de una persona que se encuentra en su estado natural”.
Resumiendo, cualquier persona, se enfrentará en su vida a tres realidades ante las que no podrá elegir, ni cuando, ni dónde, ni cómo, ni qué cantidad le va a corresponder de: dolor...alegría...y salud.
Volvamos a lo posible: puede que la normalidad se asemeje mucho a lo que el ser humano a buscado siempre y durante toda su historia: la felicidad.
Cuando uno se pone a pensar seria y razonadamente en ella quizá llegue a la conclusión de que la felicidad no existe sino parcialmente, en pequeños momentos intensos, incluso en algún instante sublime.
Mi opción última es pensar que la normalidad, el sosiego, la armonía, coinciden con la felicidad – en algún otro momento de mi vida pensé que coincidía con estar dormido-. Ese momento en el que estamos tranquilos, bien en nuestra propia compañía, sin exigencias, ni altos ni bajos: normal. Esos momentos en el que cobraría sentido la frase de Montesquieu:”Habría que convencer a los hombres de la dicha que están disfrutando sin darse cuenta”.
Y si no me creen simplemente valoren lo que piensan cuando les viene un dolor intenso y luego desaparece.
Quizá la felicidad pase por estar contento de ser quien eres en cualquier circunstancia, sin más.
¿Quién sabe?

Abril 2007

Buñol: Centro Logístico


Me gustaría poder conseguir transmitir las ideas que a continuación voy a desarrollar sin ser adjetivado como fantasioso o pretencioso, porque verdaderamente creo que se puede convertir en realidad todo ,lo que en adelante, les voy a contar.

Pienso, hace ya mucho tiempo, en la necesidad que tiene Buñol de crear  infraestructuras cuyo propósito sea conseguir el desarrollo y progreso económico de nuestro pueblo, sin tener que poner en venta nuestra idiosincrasia y medioambiente. Sería la manera de conseguir los fondos económicos precisos para ir desarrollando otros proyectos culturales, turísticos, urbanísticos y de bienestar social.

La forma más fácil que se me ocurrió fue  buscar en las cosas que ya tenemos y cómo podríamos beneficiarnos de ellas. Analizar las infraestructuras que ya poseemos y adecuarlas para un uso conveniente. Es lo que llamo “la suerte de las cualidades” desarrolladas a largo de los años en Buñol y su Comarca.

La idea es relativamente sencilla: convertir a Buñol en el Centro Logístico de la Comarca. Transporte, Almacenamiento y Distribución.

Y ustedes ahora se estarán preguntando: ¿dónde, cómo y por qué?

Lo explicaré esquemáticamente:

¿Dónde?:  En los terrenos que Cemex tiene desde el puente de la Estación hasta la       explanada dónde se descargaba el carbón y el envase antiguo, aprovechando las vías del tren situadas en esa zona.
¿Cómo?:    Desarrollando por parte del Ayuntamiento y junto a los agentes sociales a través de Buinsa un estudio para su puesta en marcha, consiguiendo el interés económico de Cemex, RENFE, Puerto de Valencia y el sector del transporte por camión.
¿Por qué?:  Sencillamente porque el sector logístico es de los más importantes  en desarrollo de la economía española( si alguien lo duda puede recordar cualquier huelga del sector o ver alrededor de Valencia la cantidad de naves de Almacenamiento y Distribución allí ubicadas). Y además Buñol y su comarca dispone de todo lo necesario: vías nocturnas casi vacías( el transporte por tren es de los más baratos), terrenos y edificios aprovechables con un mínimo costo y un sector de transporte por carretera con una flota de camiones de primera línea. Además existe la necesidad en mucha de la industria de la comarca: fábricas en Buñol y Chiva, almacenamiento de automóviles de Cheste, vinos de Requena-Utiel, Turis y Godelleta, industria agroalimentaria y un montón de clientes potenciales (por ejemplo: todas las fábricas de automóviles o empresas logísticas).
Nuestro enclave geográfico es perfecto: cerca de todas las vías terrestres importantes(A-3, ByPass, A-7), vías de ferrocarril ya creadas y suficiente terreno anexo y conexión  por tren y carretera  con el Puerto de Valencia(uno de los más importantes de Europa en mercancías).
Y por su todo esto fuera poco ninguna de estas actividades crea ningún problema medioambiental grave.

Uno de los efectos más importantes, desde el punto de vista social, sería la entrada de dinero directa a Buñol, si el Ayuntamiento, a través de Buinsa, pudiera acordar una serie de cánones de explotación con Cemex y RENFE, buscando un interés recíproco.

Espero que la idea básica esté clara.

Ahora solo me queda pedir a nuestro Alcalde y a su equipo de gobierno, a los Agentes Sociales y a la Oposición que pongan en marcha proyectos como estos y consigan ponerse de acuerdo por encima de las guerras políticas, y aúnen su fuerzas en proyectos serios y de progreso( Buñol y su Comarca está en posición por sus cualidades de desarrollar muchos más, por ejemplo un plan serio para el desarrollo turístico de la Comarca ). Por el bien común.

Espero no equivocarme, esta idea a mi, me parece seria y realizable, pero sobre todo beneficiosa para el progreso de la Hoya de Buñol.

Noviembre 2003

Bautista



Cuando llegan la Navidades, al menos yo, rebusco en la memoria. Muy pronto un año  acabará y comenzará otro. Normalmente siento una cierta obligación de hacer un repaso al pasado, a lo vivido. Recoger del recuerdo lo hecho y corroborar que uno vive suficientemente bien y va  eligiendo su propio camino. Quizá buscando sentido. Y buscando y rebuscando trata uno de encontrar lugares y personas con las que uno ha vivido grandes, pequeños y especiales momentos. Hay nostalgia en todo esto, excúsenme si se la transmito.
Me recuerdo de niño buscando a mi padre el fin de semana a la hora del vermutico.  Supongo que quería formar parte de ese círculo encantado, entre cañas, gamba blanca y salada, sepia, huevas, clóchinas,  caracoles de mar, coronas de calamar a la plancha, chipirones y más gambas… al ajillo, junto a su numeroso grupo de amigos. Era un pequeño bar en la calle del Cid…en ningún sitio se picaba como allí. Quedó fijado en ese niño para siempre, como en una fotografía viva, todos esos olores y sabores, las caras alegres, los chistes, el méteme conmigo que no te voy a tocar. Muchas palabras, sonrisas, cachondeo, gestos y bienestar.
En el bar nos colocábamos muy pegados, unos pocos sentados y todos los demás de pié, la clientela llegaba incluso  al trozo de ventana que daba a la calle y gran parte de la acera. Fue siempre un local pequeño con mucho sabor.
Desde entonces nunca dejé de ir a ese lugar, construido en el día a día, mes a mes y año tras año, siguiendo las fiestas y las estaciones como en la vida misma. Cada vez que iba creía hacer un homenaje a la vida, por que allí se sentía uno muy bien, al menos yo, inundado de ese calor que produce lo familiar y lo cercano.
Como un director de orquesta,  entre todo aquel batiburrillo, de dimes y diretes, gritos pidiendo cañas y tapas, cachondeo, algún cabreo, risas, desencuentros y encuentros, detrás de la barra, Bautista, armonizándolo todo. Sabía perfectamente como dar una entrada, reír y llorar, hacer bajar la voz a quien se iba de tono, putada para el más cabrón, chiste para el que más lo necesitaba, silencios cuando tocaban, palabras cuando alguien no encontraba  a nadie afín o acudía solo. Sabía muy bien cuidar y respetar a los demás.
Lo demuestra el río de personas que a lo largo de los años pasaron por su barra: amigos y clientes. Muchos más de los primeros que de los segundos. Tuvo como cliente y amigo universal a Fortunato y a otros muchos ilustres buñoleros: el tío Rúben, Ezequiel, Cándido, Llorens, Paco Roca, el gran Aparisi con toda sus cuadrillas-de ellas fuimos muchos-, mi tío Vicente, Vitoriano, los Roca, los Ferrando y todos los amigos, el tío Eliseo(el relojero), Carrascosa(el tío Sorra), Teodoro y con él me permitirán recordar a mi padre como pareja inseparable. Y muchas, muchas personas más que acudían asiduamente por su local que por falta de años, de espacio y de memoria no nombraré. Seguro que muchos se recordarán o recordarán a los suyos. Por supuesto, toda la familia de los Caberotes –que son muchos para nombrar-. Generaciones completas bebimos, comimos y disfrutamos en la Viña o en los Caberotes(a cada uno como más le guste). Un lugar de culto para todos aquellos que teníamos y tenemos debilidad por la gola. Todos los que por allí pasaron tenían algo de peculiar, incluso alguno, mucha malasombra.
Bautista estuvo allí siempre, todos los días de su vida, esperando a esa persona que iba en busca de  sus favores. No quiero olvidar a su madre y después a Irene, sus tesoros particulares. Y los nuestros, aunque algunos no se percataran por estar en el segundo plano: la cocina.
Hay personas que en su día a día dan mucho a los demás y quizá no nos damos cuenta. Personas que construyen momentos imborrables en la memoria, sin grandes ni engorrosos movimientos y sin llamar la atención, sin famas ni grandes descubrimientos. Sin duda, Bautista fue un ser humano de esos que no se olvidan, capaz de estar en las fotos emocionales de muchas personas. Un ser peculiar, sagaz y sensible que desde detrás de su barra conseguía dar a cada uno lo que necesitaba…
¡Bauti… una de ajillo, huevas y dos cañas!
Entonces cogía dos vasos con una mano y con una maestría-paciencia que solo pueden dar los años, abría el grifo de cerveza el Turia y sin caer una gota y con la espuma en su punto nos dejaba caer las cañas encima de la barra, después de un corto paseo a la cocina volvía a darnos conversación y compañía. Así comenzaba el rito…
La verdadera historia se construye así con pequeños momentos vividos a lo largo de los años y entre generaciones. Pero son esos instantes y esas personas que construyeron estos especiales lugares de encuentro los que nos ayudaron a relacionarnos, aprendimos comiendo y bebiendo, charlando y riendo. Crecimos entre ellos y nos convertimos en lo que somos. Desde aquí, gracias a todos, especialmente a Bautista, que junto a sus tesoros, supo ser el protagonista de una película real creada desde  un pequeño bar en el centro de un pueblo que cambiaba año tras año. Generó una parte de la historia de nuestro pueblo y sobre todo un río de sentimientos que nos impregnaron a todos.
Bautista fue una persona sencilla y muy entrañable y un gran ser humano que muchos nunca olvidaremos.
Sean estas palabras un homenaje a su genio y a su figura.

Diciembre 2007

El agua roja de verano baila dentro sin parar



(…para leer tumbado)

Al levantarse, uno cree que al levantarse, al principio del día, algo nuevo va a comenzar. Hoy comencé el día sin deseos, al menos, sin intenciones claras que impulsaran mi ánimo hacia una u otra acción. Resulta a veces inverosímil como el cuerpo  se cansa de la conciencia y se deja llevar sin orden ni sentido. Este es el momento en el que algunas veces me quedo quieto y casi sin saberlo, me descubro escuchando los latidos del corazón. No exactamente atento, ni quizá en verdad oigo...incluso muchas veces no son mis latidos los que escucho. Nunca me ha gustado escuchar el  llamado aparato del amor: me resulta insultante su ritmo, perfecto su silencio y amarga su función. Tengo siempre la sensación de enfrentarme a una de esas máquinas, inventadas por nosotros, para la producción.
Sin embargo, alguna vez, muy quieto y en silencio, intento con todos mis sentidos, reconocerlo. Escuchar sintiéndolo, notándolo como algo distinto a mí, lo idealizo pensando que en él se acumulan todas mis emociones y de ellas se nutre, devolviéndolas después en cada movimiento, agradecido siempre de nuestra constancia al sentir, de nuestra voluntad de vivir sin parar ni un solo instante.
Las paradojas siempre comienzan así, creyendo ideas opuestas dispuestas a convivir, creyendo reconocer la vida dependiendo del ánimo, sumergido y arropado en el presente, recordando el pasado, proyectando el futuro,  y a la vez. Sí, pretendemos, escuchar, oír, reír, recordar, proyectar, hacer, ver. Ordenándolo todo en nuestro ánimo, en el intelecto, en nuestra voluntad...y elegir.
Acaso sea esto la vida, la elección  de entre todo lo que somos capaces de escuchar-de entre todas nuestras capacidades-y entender, aplicado al paso siguiente, al latido siguiente, a la paradoja siguiente: de entre  todas cuál me hará feliz :el hecho ó la acción, la realidad ó la ficción, lo que siento ó lo que es, lo que soy ó lo que  quiero ser,  lo que amo ó lo que podría amar, lo que en verdad sé ó lo que podría saber. Supongo que lo maravilloso sería acertar, unir el sentido y la percepción. Armonizar todos los sentidos en uno, en un solo instante. Levantarse tranquilamente y disfrutarlo.

Es el momento en el que casi sin pensar, dejándonos llevar, balbuceamos sensaciones:

“Cuando la luz del sol toca la piel y se calienta hasta soltar el agua que nos llena. Cuando con los ojos muy abiertos miramos atentos un cuerpo hermoso expuesto al sol. Cuando la piel encoge empujando lo que tenemos dentro.
Cuando ocurre todo esto y alguna cosa más, el cuerpo pide agua: transparente, limpia y fresca. A veces la bebemos y saciamos la sed, otras veces, queremos ser agua introduciéndonos en ella, y otras, renunciamos a estar quietos, respirando mientras movemos sus partículas, atrapados entre lo que quisimos ser y lo que podemos ser. Golpeándola hasta que nos devuelve  la tranquilidad desde su tranquilidad: ¿Quién dice que no somos agua!.”

Escuchando el agua.
Escuchando nuestros latidos puede que no escuchemos la vida toda, ni siquiera el principio natural de ella, lo sí es seguro reconocer es nuestra necesidad de parar, dejarnos parar y escuchar sinceros los principios del día.
Hoy soy agua

Abril 1997

¿Ajo o Fresa?

¿Ajo o fresa?
Le  gustaba el sonido del agua mientras veía un paisaje de montañas. Le emocionaba la brisa fresca de una noche de verano. Le impresionaba ver a un metro las ardillas subir por el tronco hasta la copa y saltar de un árbol a otro. También le entusiasmaban los libros y los automóviles, las libretas y los cubatas, las reuniones con amigos y el sexo. Y especialmente la palabra.
Cuando yo le conocí decía repetidamente una frase que a mi me sonaba siempre llena de su propia experiencia y quizá de rencor... no sabría decir por qué: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”.
Seguía siempre diciendo que muchas personas creen que son mejores que otras y juzgaban a los demás sin conocer las verdaderas razones, los más hondos motivos para actuar de una forma u otra. De hecho afirmaba que a ese tipo de personas les daba igual los motivos, su única pretensión era percibir ese sentimiento de valor que te da el ver a un semejante fracasado, frustrado, adicto o caído y compararte con él: ¡Qué gustazo ser compasivo...qué bueno se siente uno!. Sin embargo, decía, olvidan que están desvalorando a otros para valorarse a si mismos.
Ramón era un ácrata quemado de tanto darse golpes con la realidad más dura. Estaba cansado de ver viajar la hipocresía por teléfonos y bares, casas bien y familias no tan bien, personas con seis caras, amigos y conocidos sonriendo por delante y despotricando por detrás. Por cierto a él le gustaba también el sexo por detrás...y comparaba siempre estas dos ideas riéndose a carcajadas.
Me caía muy bien este tipo, fue una pena que se cortara las venas.
¿Ustedes qué creen que fue un valiente o un cobarde con este acto?
Les contaré algunos detalles... decidirán mejor:
Nació sin dientes, calvo y regordete, cuatro kilos y medio de carne que no se mantenía en pie. Se crió con leche de pecho y Pelargón. Todo el mundo, cuando era bebé, le decían que dijera ajo-él no entendía- y al final dijo, después de repetírselo mil veces: ajjjo. Todos le rieron, le besaban y le abrazaban y gritaban: ¡A dicho ajo!. Así aprendió que si decía ajo todos le querrían. Se pasó la vida diciendo ajo, aunque en verdad a él le repetía. Lo que verdaderamente le encantaba era la fresa. Un día se cansó y dejó de decir ajo. Pensó y se prometió que nunca más diría ajo...a nadie. Empezó con su familia, luego con su pareja, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo y terminó diciendo fresa como concejal en el ayuntamiento de su pueblo. El resultado fue escalofriante, a partir de ese momento, se produjeron conflictos con todos. La mayoría lo rehuían y los más cercanos lo soportaban por aquello que decía Shopenhauer: “la compasión es el supremo principio moral”. Ramón no entendía como las mismas personas que decían quererlo y valorarlo, si no decía ajo, ya no le querían ni le valoraban. Llegó a la conclusión de que todos lo querían con la susodicha condición: decir ajo. Se cagaba en el ajo constantemente y se enfurecía hasta la ira cada vez que lo nombraban. ¿Cómo puede ser – se preguntaba- que tenga que cumplir con lo que otros desean para que me quieran?
Fue entonces cuando decidió no hablar. Sencillamente no dijo ni una palabra más a nadie. Solo escribía y escribía para él mismo. Le encantaba la palabra como ya les dije, de no ser por la escritura se hubiese vuelto loco. Pasó así más de ocho años. Durante todo ese tiempo su relación con los demás fue de mal en peor, la gente cotilleaba sobre él y cada uno contaba una historia diferente de cómo había llegado a ese estado, cada cual ponía su grano de arena, la más insólita que yo escuché fue ésta que les narraré a continuación, se la escuché a la madre de una amiga mía contándosela a una vecina: le contaba que “ya de niño Ramón era raro, demasiado bueno...se venía venir que acabaría mal, siempre cumplía con sus obligaciones en el colegio, en su casa, con los amigos...vamos un niño de esos que de tan perfecto una se da cuenta que algo malo tiene que venir. Una vez hasta lloró cuando se murió un patito que compró con mi hija para criarlo. Era un niño muy exagerado con las cosas, así no se puede ser. Vino lo que tenía que llegar se enamoró de una chica y fueron un año juntos y después lo dejó ella, imagina- ya te digo lo raro que era- como se lo tomó. A partir de ese momento fue como si le hubiesen dado la vuelta, como a un calcetín, del revés. Se volvió loco, hacía lo que le daba la gana, no estaba de acuerdo con casi nadie. Una vez se atrevió hasta decirme alcahueta. En fin un desastre de persona. Y lo peor fue cuando dejo de hablar. Su familia estaba preocupadísima, no les hizo daño ni nada, pobres”.
No llegué a oír más, aunque para mi fue suficiente, cuánta barbaridad y cuánta mentira. Al poco tiempo se cortó las venas, pero no murió, su hermano lo encontró a tiempo. Ahora está en el hospital y la compasión surgió de nuevo. También los comentarios. Todos pasaron por allí a verle,  y a todos sin excepción les dijo ajjo. Fue su única palabra. Luego una sonrisa. Les daba la mano y un sobrecito con su nombre después de cada visita antes de marcharse, contenía una nota y una leyenda. La nota decía:¡Que te den por el culo!: ¡¡¡FRESA!!! Y la leyenda: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”.
¿Qué opinan ustedes fue un cobarde o un valiente o...?

Agosto 2007

Adolecer

Los sueños son imágenes que provienen de un lugar que no aparece pero existe. Deseos construidos desde un mundo que es  y que nunca llegamos a conocer del todo. Los sueños son imágenes imaginadas desde el anhelo de armonía. Intentan destruir el terror al vacío, al tedio ó a la nada. Los sueños esconden deseos, abrazan el miedo, ordenan el caos y reinventan la vida cada noche o cada día. Los deseos son sueños que acarician la realidad, a veces, cumplen con sus reglas y todo estalla al unísono. Cuando  los sueños, los deseos y los hechos se unen en una sola emoción, el cuerpo y la mente son uno, la vida se une a todo, la alegría es la única sensación. Todos los sentidos revientan aflorando lo que alguna vez se escondió por cualquier motivo.
Cuando yo era viejo recuerdo el dolor de la muerte al acercarse. Cuando yo era joven recuerdo el dolor de la vida al acercarse. Ahora que no hay dolor no entiendo nada. Todo parece tan insípido, tan liviano, tan contingente. Nada parece importante excepto una sensación de desesperación que inunda todo lo que uno es capaz de sentir. Ahora que no hay dolor ni siquiera escucho los pájaros entre las rejas de la ciudad. Quizá son las consecuencias de la cárcel en la que se puede convertir el pasado.
Cuando cumplí un año me quemé intentando apagar la vela. A los cuatro años me caí con un triciclo por un barranco hasta dar con la piedra más puntiaguda. A los  no se cuántos años se murió mi abuela dejándome solo en la salita con un transistor, una cruz y  muchos recuerdos hermosos. Cuando cumplí los once me enamoré de una sonrisa, también  dentro había una bonita niña de cabello rubio largo, ojos verdes y culo respingón. Cuando cumplí los doce me volví a enamorar de quien de mi se enamoró primero.  También dentro había una chica atractiva morena de ojos negros y pechos inmensos que provocaba constantes erecciones a mis pecados. Cuando cumplí trece me enamoré de la fantasía. También dentro había una chica, de labios carnosos y de cabello muy largo castaño y ojos verdes. Cuando cumplí los catorce o quizá los quince encontré por primera o segunda o tercera vez el vacío: no entendía nada. Únicamente tenía fe. ¿Y ustedes… entienden algo?
Cuando pienso lo que cuesta contar lo contado y que habrá más de un idiota que lo leerá insultando lo que yo más amo, me lleno de ira y me conecto con una gran violencia que reprimo. Estoy socializado. Lo entiendo o comprendo casi todo desde los catorce. O quizá no entiendo nada desde siempre o nunca… según se mire.
Usted que entiende lo que cree entender: ¿Qué piensa sobre  enamorarse? Qué piensa sobre un adolescente que no entiende nada y le gustaría querer y que le quieran, saber y acertar y evitar el dolor todo lo posible. Vulnerable y confuso entre tanta niebla.
A usted me dirijo, a usted sí, ahora que estoy despierto le grito tranquilo porque ya he comprendido que no existe y no puede hacerme daño. A usted que lee o no, le conozco muy bien, usted lo sabe, en un rato he sido capaz de construirlo, de imaginarlo. De convertirlo en realidad. ¿O esto no es real?
Y ahora que se que todo ha sido falso. Estoy contando mis intimidades a un montón de desconocidos: ¿Les sirve? ¿Qué están dispuestos a darme a mí? ¿Qué creen que merezco? ¿Nada… me voy a la mierda?
Para que cojones les cuento algo tan estúpido. O mejor para qué decir, escribir, hablar, o actuar. Y quién soy yo para decirles a ustedes nada. Si al final nada digo ó lo que digo para nada sirve. ¿De qué sirve un deseosueño, para qué lo quieren, qué ganan leyéndolo?
¡Oiga y yo que sé!
A mí que me dice, pues no lo lea. Nadie le obliga, déjelo, rómpalo, límpiese el culo con él, qué más da. Yo no tengo porque pensar por usted, ni tomar sus decisiones, ni siquiera tengo por qué preocuparme e intentar escribir sobre algún tema de su interés. Escribo por mi interés. Puedo contar lo que quiera. ¿O no?
Quizá no. No debería, tendría que haber arrojado este texto a la basura, entre cortezas de plátano, tomate frito, peladuras de mandarina, colillas y sueños rotos. ¡Joder con los deseos que manera de fastidiar, de complicar la vida!
De la semana pasada a esta ya he cumplido dieciséis.
Perdonen por lo que les he dicho, disculpen por lo que no les he dicho, perdonen por lo que no se y ustedes sí saben y por lo que no saben, perdonen por no escribir exactamente lo que querían que hubiera o hubiese escrito. Disculpen por no tener capacidad para adivinar, saberlo todo, decir las cosas bien, como se debe. Disculpen las faltas, el estilo, todas las formas agramaticales. Perdonen por toser cuando respiro. Discúlpenme por disfrutar de mis deseos, a veces, dolorosos, por maldad e ingenuidad, por bondad y torpeza. Disculpen y perdonen.
A los demás… gracias por leer estas palabras a las que falta… qué se yo. Mi agradecimiento por mirar las palabras, por intentar encontrar algún significado, por darse(me) la oportunidad de encontrar algún sentido, por intentar comprenderlas aún cuando puedan no tener sentido. O sí… quizá buscando. Buscar implica esfuerzo y protagonismo. Y quién soy yo para pedirles.
Bueno, si les parece, si ustedes me lo permiten, dentro de unos cuántos años me enamoraré del amor… por qué no: Esmáslógicoduramás.
(Me olvidaba: ¿Cómo controlarlo todo y hacerlo todo bien, lo saben?)

Enero 2008

¿Agua?



¿Soy agua?
Hace poco que se acabó el verano. Finalizaron las fiestas mirando, entre colores, sonidos y ritmos, el cielo de Septiembre. Así se acaban desde hace muchos años. Al menos todos los que yo recuerdo.
En vida, cuando algo acaba, comienza la posibilidad de lo nuevo. Un nuevo curso, un nuevo año, una nueva promesa, una nueva perspectiva, un nuevo sueño, una nueva oportunidad, un nuevo compromiso. Lo nuevo es lo “recién creado, o aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Que acepción tan maravillosa esta última, invita al crecimiento y al cambio. Acepta la posibilidad de no ser siempre lo mismo sin perder la identidad. De ir aprendiendo y mejorando. Es, sin duda, el mejor tesoro que tenéis las personas.
Soy un manantial, estoy al final de un paseo y tengo nombre de santo, aunque no lo soy- ya habrán adivinado imagino-,  y por primera vez, voy a dirigirme a vosotros con la intención de que me conozcáis algunos bien y otros mejor. También quiero deciros algo.
Llevo manando agua, años, más que años, siglos. Estoy siempre ahí. Muchos bebieron y beben a diario de mis aguas. Siempre estoy en movimiento y nunca soy el mismo, aún siéndolo, como vosotros. He sido hielo, nieve, lluvia, vapor, gaseosa, refrescos, puchero, paella, gazpachos, sudor, tarquín… y muchas cosas y seres más. Hasta alguna vez he sido lágrimas, saladas, después de recorreros por dentro hasta la emoción. Estoy en vuestras duchas, bañeras, lavabos, inodoros y en muchos sitios más. Imaginad.
Llevo muchos años viéndoos venir a mí. En verano en busca de frescura y fiesta, más alegres. En otoño, hacéis crujir las hojas que caen buscando la tierra que les dio la vida, jugando con el viento y sus remolinos. Quizá venís más reflexivos. En invierno sois pocos, lo entiendo, el frío no da sed y os recoge en vuestros hogares y en lugares más calientes. Aún así, vienen a visitarme algunas personas, pasean solas, un poco melancólicas; algunos niños juegan al abrigo de los rayos del sol del mediodía, también vienen, de vez en cuando, parejas en busca de soledad. Se calientan con auténtica reciprocidad. A unos pocos los he visto besarse después de beber de mí, con los labios limpios y fríos. ¡Qué bien me siento cuando ocurre!. Entonces formo parte de algo muy hermoso. Incluso hay personas que vienen todos los días y en cualquier estación a la ermita que tengo al lado. Y de paso, me saludan. La mayoría mira-intrigados sospecho- si sigo manando, si sigo vivo. Especialmente cuando hace mucho que no llueve.
He escuchado miles, quizá millones, de solitarios pensamientos en busca de soluciones, respuestas o conclusiones. He visto como la duda, la confusión y la indecisión retorcían vuestras emociones hasta el dolor y el sufrimiento. He percibido vuestras sonrisas, risas y carcajadas, amores intensos y odios todavía más. He escuchado navegar vuestros sueños anhelos y deseos y… He recorrido- como ya os he dicho- por dentro, a casi todos vosotros. Creo saber cómo pensáis y como sentís. He entrado por vuestras bocas y he salido cambiado, al contacto con vuestras tripas, por o cerca de los genitales. Estoy en contacto con la tierra y estoy en contacto con el cielo. Por eso sé lo que es la fantasía y la realidad. He llegado incluso a ver el mar y convertirme en parte de él.
Solo quería explicaros un poco más y mejor quién soy y cómo soy. Me gusta saber que os dais cuenta de mi existencia y sois conscientes de la vuestra. Somos parte de un todo vosotros y yo. Cuando os cuido me cuido, cuando me cuidáis os cuidáis. Así de simple. Quería estar seguro de que lo sabéis, por eso, por primera vez y última, me dirijo a vosotros con este sencillo mensaje.
Comencé estas palabras hablando de lo nuevo e hice hincapié en esta definición: “aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Cambiar lo aprendido, de eso quiero hablaros. De lo difícil que os resulta. De las barreras que ponéis a lo distinto o diferente.
Os pido qué escuchéis estas palabras: “Vosotros también sois un manantial. Particularmente para vuestros semejantes. Cada palabra, cada abrazo, cada beso, cada sonrisa, grito o desafío, cada baile, cada mensaje, cada llamada, cada charla, cada paso… cada una de vuestras actuaciones, se sumerge en el mundo de lo humano infiriendo en él y casi no os dais cuenta”. Sois un manantial de emociones que se transmiten sin decir palabra o diciéndolas.
A veces lo malo es bueno y lo bueno malo. A veces.
Cuidad pues vuestras relaciones con los demás, son un manantial de emociones. Las emociones, el eje de la vida. Las necesitáis tanto como a mí.
Soy agua. ¿Y tú?


Septiembre 2007