domingo, 23 de octubre de 2011

De qué se viste usted



Hoy les hablaré de corbatas. Mi amigo Cheroni decía hace algunos años que  no se iban a  llevar.
No estuve de acuerdo y el tiempo me ha dado la razón. Seguramente él pensaba en la moda, en las tendencias del  momento.
Sin embargo, mi opinión es que pasará mucho tiempo hasta que dejen de llevarse: la corbata y el traje de chaqueta combinan un auténtico uniforme, así como para los mecánicos el mono ó para los médicos la bata blanca. Y además la corbata, fuera de las conmemoraciones sociales, lleva implícito un  especie de derecho: respeto: el alcance de una meta de poder social siempre referida a esa imagen. Implica cierto éxito social y buena imagen.
Existe en la apariencia  un lenguaje, también en los bienes que poseemos:
Una marca y modelo de coche expresa lugar en la escala social, al igual que una casa de determinadas características e incluso a dónde vamos en vacaciones. No hay duda que entenderán conmigo que la forma de vestir también crea una imagen de la persona. Aunque hay a quien le gusta despistar.
Quitarse la corbata llevaría inevitablemente a no identificar a  aquellos que representan los negocios o aquellos que se  mudan para un acontecimiento especial. Fíjense, observen como cada uno que se viste con traje y corbata, durante la semana, lo hace inexcusablemente porque representa a una actividad económica: esto es lo que yo llamo el Efecto de la Imagen Convencional. Todos al ver a un varón trajeado, en la primera imagen mental, visualizamos a una hombre con determinadas características para la mayoría de nosotros comunes, un estereotipo. La uniformidad de las ideas en lo social es una necesidad. Usar corbata es una convención, o mejor, un convencionalismo:”Conjunto de opiniones o procedimientos basados en ideas falsas que, por comodidad ó conveniencia social, se tienen como verdaderas.”
Porque todos sabemos que lo verdaderamente cierto es que, en el fondo, por el mero hecho de usar una u otra determinada ropa, no adquirimos cualidades que no tenemos. He aquí el efecto justo que provoca aquel que se coloca una corbata pensando en distinción y otras banalidades y se encuentra con el efecto contrario del que pretendía, por ejemplo, en Buñol:¡Qué melón! o¡Qué tontarra!.
Todos tenemos derecho a montar o mostrar nuestro propio personaje.

Pero cuidado, tan convencional puede llegar a ser un traje y una corbata como los vaqueros rotos y una camiseta por encima del ombligo, o como los pantalones hechos para enseñar el tanga o el calzoncillo o como las vestimenta “pogre” u original, o como las marcas que conforman grupos de distintos colores pero igual forma u otras tribus urbanas con cadenas, gorras, collares, muñequeras, botas, cabezas rapadas o pintadas...
Detrás de cada una de estas imágenes hay un prejuicio y un perjuicio: porque detrás de un traje y una corbata puede haber una persona muy sana y abierta; detrás de una indumentaria más deportiva, un auténtico carcamal mental; detrás de la originalidad pura en el propio estilo, un ser humano intolerante y neurótico con problemas para relacionarse con los demás; detrás de la necesidad de pertenecer a una tribu la falta de una familia que funcione como un sano nido emocional, etc, etc, etc.
En verdad, todos los comentarios se hacen por algo, en este caso, la motivación que me lleva a decirles estas palabras es que me hartan y me hieren los jueces sociales. Ni siquiera se preguntan el por qué son capaces de juzgar a otra persona, simplemente, por su indumentaria. Estoy harto de tratar de entender, esforzarme en comprender, las razones que llevan a actuar a un ser humano de esta forma y no entender. Harto de escuchar comentarios sobre infinidad de asuntos que solo a los individuos conciernen. Harto de tanta falta de respeto y consideración.
Harto de explicar que detrás de una corbata  o una camiseta o un collar..., hay un pecho y detrás del pecho todo un  mundo emocional, como el de todos, que ríe, llora, ama, odia, sueña.. y que necesita de los demás como todos nosotros. Hombres y mujeres al fin, recuperados espero, en la experiencia de saber que la igualdad es el único signo aplicable a nuestro género. Porque somos iguales...no semejantes, en este sentido.
Tratarnos en la conciencia de ser iguales a la vez que diferentes posiblemente sea la respuesta, la pregunta podría ser:¿Para tratar de ser  diferentes es necesario ser asquerosamente injustos con los demás?.

Junio 2007

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