domingo, 23 de octubre de 2011

¿Agua?



¿Soy agua?
Hace poco que se acabó el verano. Finalizaron las fiestas mirando, entre colores, sonidos y ritmos, el cielo de Septiembre. Así se acaban desde hace muchos años. Al menos todos los que yo recuerdo.
En vida, cuando algo acaba, comienza la posibilidad de lo nuevo. Un nuevo curso, un nuevo año, una nueva promesa, una nueva perspectiva, un nuevo sueño, una nueva oportunidad, un nuevo compromiso. Lo nuevo es lo “recién creado, o aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Que acepción tan maravillosa esta última, invita al crecimiento y al cambio. Acepta la posibilidad de no ser siempre lo mismo sin perder la identidad. De ir aprendiendo y mejorando. Es, sin duda, el mejor tesoro que tenéis las personas.
Soy un manantial, estoy al final de un paseo y tengo nombre de santo, aunque no lo soy- ya habrán adivinado imagino-,  y por primera vez, voy a dirigirme a vosotros con la intención de que me conozcáis algunos bien y otros mejor. También quiero deciros algo.
Llevo manando agua, años, más que años, siglos. Estoy siempre ahí. Muchos bebieron y beben a diario de mis aguas. Siempre estoy en movimiento y nunca soy el mismo, aún siéndolo, como vosotros. He sido hielo, nieve, lluvia, vapor, gaseosa, refrescos, puchero, paella, gazpachos, sudor, tarquín… y muchas cosas y seres más. Hasta alguna vez he sido lágrimas, saladas, después de recorreros por dentro hasta la emoción. Estoy en vuestras duchas, bañeras, lavabos, inodoros y en muchos sitios más. Imaginad.
Llevo muchos años viéndoos venir a mí. En verano en busca de frescura y fiesta, más alegres. En otoño, hacéis crujir las hojas que caen buscando la tierra que les dio la vida, jugando con el viento y sus remolinos. Quizá venís más reflexivos. En invierno sois pocos, lo entiendo, el frío no da sed y os recoge en vuestros hogares y en lugares más calientes. Aún así, vienen a visitarme algunas personas, pasean solas, un poco melancólicas; algunos niños juegan al abrigo de los rayos del sol del mediodía, también vienen, de vez en cuando, parejas en busca de soledad. Se calientan con auténtica reciprocidad. A unos pocos los he visto besarse después de beber de mí, con los labios limpios y fríos. ¡Qué bien me siento cuando ocurre!. Entonces formo parte de algo muy hermoso. Incluso hay personas que vienen todos los días y en cualquier estación a la ermita que tengo al lado. Y de paso, me saludan. La mayoría mira-intrigados sospecho- si sigo manando, si sigo vivo. Especialmente cuando hace mucho que no llueve.
He escuchado miles, quizá millones, de solitarios pensamientos en busca de soluciones, respuestas o conclusiones. He visto como la duda, la confusión y la indecisión retorcían vuestras emociones hasta el dolor y el sufrimiento. He percibido vuestras sonrisas, risas y carcajadas, amores intensos y odios todavía más. He escuchado navegar vuestros sueños anhelos y deseos y… He recorrido- como ya os he dicho- por dentro, a casi todos vosotros. Creo saber cómo pensáis y como sentís. He entrado por vuestras bocas y he salido cambiado, al contacto con vuestras tripas, por o cerca de los genitales. Estoy en contacto con la tierra y estoy en contacto con el cielo. Por eso sé lo que es la fantasía y la realidad. He llegado incluso a ver el mar y convertirme en parte de él.
Solo quería explicaros un poco más y mejor quién soy y cómo soy. Me gusta saber que os dais cuenta de mi existencia y sois conscientes de la vuestra. Somos parte de un todo vosotros y yo. Cuando os cuido me cuido, cuando me cuidáis os cuidáis. Así de simple. Quería estar seguro de que lo sabéis, por eso, por primera vez y última, me dirijo a vosotros con este sencillo mensaje.
Comencé estas palabras hablando de lo nuevo e hice hincapié en esta definición: “aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Cambiar lo aprendido, de eso quiero hablaros. De lo difícil que os resulta. De las barreras que ponéis a lo distinto o diferente.
Os pido qué escuchéis estas palabras: “Vosotros también sois un manantial. Particularmente para vuestros semejantes. Cada palabra, cada abrazo, cada beso, cada sonrisa, grito o desafío, cada baile, cada mensaje, cada llamada, cada charla, cada paso… cada una de vuestras actuaciones, se sumerge en el mundo de lo humano infiriendo en él y casi no os dais cuenta”. Sois un manantial de emociones que se transmiten sin decir palabra o diciéndolas.
A veces lo malo es bueno y lo bueno malo. A veces.
Cuidad pues vuestras relaciones con los demás, son un manantial de emociones. Las emociones, el eje de la vida. Las necesitáis tanto como a mí.
Soy agua. ¿Y tú?


Septiembre 2007

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