domingo, 23 de octubre de 2011

El agua roja de verano baila dentro sin parar



(…para leer tumbado)

Al levantarse, uno cree que al levantarse, al principio del día, algo nuevo va a comenzar. Hoy comencé el día sin deseos, al menos, sin intenciones claras que impulsaran mi ánimo hacia una u otra acción. Resulta a veces inverosímil como el cuerpo  se cansa de la conciencia y se deja llevar sin orden ni sentido. Este es el momento en el que algunas veces me quedo quieto y casi sin saberlo, me descubro escuchando los latidos del corazón. No exactamente atento, ni quizá en verdad oigo...incluso muchas veces no son mis latidos los que escucho. Nunca me ha gustado escuchar el  llamado aparato del amor: me resulta insultante su ritmo, perfecto su silencio y amarga su función. Tengo siempre la sensación de enfrentarme a una de esas máquinas, inventadas por nosotros, para la producción.
Sin embargo, alguna vez, muy quieto y en silencio, intento con todos mis sentidos, reconocerlo. Escuchar sintiéndolo, notándolo como algo distinto a mí, lo idealizo pensando que en él se acumulan todas mis emociones y de ellas se nutre, devolviéndolas después en cada movimiento, agradecido siempre de nuestra constancia al sentir, de nuestra voluntad de vivir sin parar ni un solo instante.
Las paradojas siempre comienzan así, creyendo ideas opuestas dispuestas a convivir, creyendo reconocer la vida dependiendo del ánimo, sumergido y arropado en el presente, recordando el pasado, proyectando el futuro,  y a la vez. Sí, pretendemos, escuchar, oír, reír, recordar, proyectar, hacer, ver. Ordenándolo todo en nuestro ánimo, en el intelecto, en nuestra voluntad...y elegir.
Acaso sea esto la vida, la elección  de entre todo lo que somos capaces de escuchar-de entre todas nuestras capacidades-y entender, aplicado al paso siguiente, al latido siguiente, a la paradoja siguiente: de entre  todas cuál me hará feliz :el hecho ó la acción, la realidad ó la ficción, lo que siento ó lo que es, lo que soy ó lo que  quiero ser,  lo que amo ó lo que podría amar, lo que en verdad sé ó lo que podría saber. Supongo que lo maravilloso sería acertar, unir el sentido y la percepción. Armonizar todos los sentidos en uno, en un solo instante. Levantarse tranquilamente y disfrutarlo.

Es el momento en el que casi sin pensar, dejándonos llevar, balbuceamos sensaciones:

“Cuando la luz del sol toca la piel y se calienta hasta soltar el agua que nos llena. Cuando con los ojos muy abiertos miramos atentos un cuerpo hermoso expuesto al sol. Cuando la piel encoge empujando lo que tenemos dentro.
Cuando ocurre todo esto y alguna cosa más, el cuerpo pide agua: transparente, limpia y fresca. A veces la bebemos y saciamos la sed, otras veces, queremos ser agua introduciéndonos en ella, y otras, renunciamos a estar quietos, respirando mientras movemos sus partículas, atrapados entre lo que quisimos ser y lo que podemos ser. Golpeándola hasta que nos devuelve  la tranquilidad desde su tranquilidad: ¿Quién dice que no somos agua!.”

Escuchando el agua.
Escuchando nuestros latidos puede que no escuchemos la vida toda, ni siquiera el principio natural de ella, lo sí es seguro reconocer es nuestra necesidad de parar, dejarnos parar y escuchar sinceros los principios del día.
Hoy soy agua

Abril 1997

No hay comentarios:

Publicar un comentario