domingo, 23 de octubre de 2011

Adolecer

Los sueños son imágenes que provienen de un lugar que no aparece pero existe. Deseos construidos desde un mundo que es  y que nunca llegamos a conocer del todo. Los sueños son imágenes imaginadas desde el anhelo de armonía. Intentan destruir el terror al vacío, al tedio ó a la nada. Los sueños esconden deseos, abrazan el miedo, ordenan el caos y reinventan la vida cada noche o cada día. Los deseos son sueños que acarician la realidad, a veces, cumplen con sus reglas y todo estalla al unísono. Cuando  los sueños, los deseos y los hechos se unen en una sola emoción, el cuerpo y la mente son uno, la vida se une a todo, la alegría es la única sensación. Todos los sentidos revientan aflorando lo que alguna vez se escondió por cualquier motivo.
Cuando yo era viejo recuerdo el dolor de la muerte al acercarse. Cuando yo era joven recuerdo el dolor de la vida al acercarse. Ahora que no hay dolor no entiendo nada. Todo parece tan insípido, tan liviano, tan contingente. Nada parece importante excepto una sensación de desesperación que inunda todo lo que uno es capaz de sentir. Ahora que no hay dolor ni siquiera escucho los pájaros entre las rejas de la ciudad. Quizá son las consecuencias de la cárcel en la que se puede convertir el pasado.
Cuando cumplí un año me quemé intentando apagar la vela. A los cuatro años me caí con un triciclo por un barranco hasta dar con la piedra más puntiaguda. A los  no se cuántos años se murió mi abuela dejándome solo en la salita con un transistor, una cruz y  muchos recuerdos hermosos. Cuando cumplí los once me enamoré de una sonrisa, también  dentro había una bonita niña de cabello rubio largo, ojos verdes y culo respingón. Cuando cumplí los doce me volví a enamorar de quien de mi se enamoró primero.  También dentro había una chica atractiva morena de ojos negros y pechos inmensos que provocaba constantes erecciones a mis pecados. Cuando cumplí trece me enamoré de la fantasía. También dentro había una chica, de labios carnosos y de cabello muy largo castaño y ojos verdes. Cuando cumplí los catorce o quizá los quince encontré por primera o segunda o tercera vez el vacío: no entendía nada. Únicamente tenía fe. ¿Y ustedes… entienden algo?
Cuando pienso lo que cuesta contar lo contado y que habrá más de un idiota que lo leerá insultando lo que yo más amo, me lleno de ira y me conecto con una gran violencia que reprimo. Estoy socializado. Lo entiendo o comprendo casi todo desde los catorce. O quizá no entiendo nada desde siempre o nunca… según se mire.
Usted que entiende lo que cree entender: ¿Qué piensa sobre  enamorarse? Qué piensa sobre un adolescente que no entiende nada y le gustaría querer y que le quieran, saber y acertar y evitar el dolor todo lo posible. Vulnerable y confuso entre tanta niebla.
A usted me dirijo, a usted sí, ahora que estoy despierto le grito tranquilo porque ya he comprendido que no existe y no puede hacerme daño. A usted que lee o no, le conozco muy bien, usted lo sabe, en un rato he sido capaz de construirlo, de imaginarlo. De convertirlo en realidad. ¿O esto no es real?
Y ahora que se que todo ha sido falso. Estoy contando mis intimidades a un montón de desconocidos: ¿Les sirve? ¿Qué están dispuestos a darme a mí? ¿Qué creen que merezco? ¿Nada… me voy a la mierda?
Para que cojones les cuento algo tan estúpido. O mejor para qué decir, escribir, hablar, o actuar. Y quién soy yo para decirles a ustedes nada. Si al final nada digo ó lo que digo para nada sirve. ¿De qué sirve un deseosueño, para qué lo quieren, qué ganan leyéndolo?
¡Oiga y yo que sé!
A mí que me dice, pues no lo lea. Nadie le obliga, déjelo, rómpalo, límpiese el culo con él, qué más da. Yo no tengo porque pensar por usted, ni tomar sus decisiones, ni siquiera tengo por qué preocuparme e intentar escribir sobre algún tema de su interés. Escribo por mi interés. Puedo contar lo que quiera. ¿O no?
Quizá no. No debería, tendría que haber arrojado este texto a la basura, entre cortezas de plátano, tomate frito, peladuras de mandarina, colillas y sueños rotos. ¡Joder con los deseos que manera de fastidiar, de complicar la vida!
De la semana pasada a esta ya he cumplido dieciséis.
Perdonen por lo que les he dicho, disculpen por lo que no les he dicho, perdonen por lo que no se y ustedes sí saben y por lo que no saben, perdonen por no escribir exactamente lo que querían que hubiera o hubiese escrito. Disculpen por no tener capacidad para adivinar, saberlo todo, decir las cosas bien, como se debe. Disculpen las faltas, el estilo, todas las formas agramaticales. Perdonen por toser cuando respiro. Discúlpenme por disfrutar de mis deseos, a veces, dolorosos, por maldad e ingenuidad, por bondad y torpeza. Disculpen y perdonen.
A los demás… gracias por leer estas palabras a las que falta… qué se yo. Mi agradecimiento por mirar las palabras, por intentar encontrar algún significado, por darse(me) la oportunidad de encontrar algún sentido, por intentar comprenderlas aún cuando puedan no tener sentido. O sí… quizá buscando. Buscar implica esfuerzo y protagonismo. Y quién soy yo para pedirles.
Bueno, si les parece, si ustedes me lo permiten, dentro de unos cuántos años me enamoraré del amor… por qué no: Esmáslógicoduramás.
(Me olvidaba: ¿Cómo controlarlo todo y hacerlo todo bien, lo saben?)

Enero 2008

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